CARLOS PÉREZ SIQUIER, in memoriam

Era un fotógrafo perspicaz. Un cazador del instante, siempre en busca del encuentro, de ese momento exacto en que la luz decidía modelar caprichosa el ángulo de un rostro, inmiscuirse en un zaguán o abstraer un chamizo. Supo estar cuando el espejo pasaba en volandas por la calle, frente a cada turista ocioso o justo cuando una niña se asomó. No siempre le resultaba fácil pasar inadvertido. Falleció el pasado trece de septiembre, a los 91 años. Aún no había dejado de buscar.

Compañero querido de la Real Academia de Bellas Artes de Granada, Carlos Pérez Siquier ingresó en ella como numerario el 14 de noviembre de 1993, con la medalla número 27, pasando por voluntad propia a la condición de supernumerario el 7 de noviembre de 2002. Recibió, entre otros múltiples reconocimientos, el Premio Nacional de Fotografía (2003) y la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (2018).

La suya es una carrera de fondo, que se remonta a mediados del siglo pasado, cuando funda, junto con José María Artero, la Asociación Fotográfica Almeriense (Grupo AFAL), impulsando la edición de una revista homónima. A su consejo editorial se incorporarían posteriormente autores como Ricard Terré, Ramón Masats o Xavier Miserachs, en lo que puede considerarse el caldo de cultivo del realismo fotográfico español de los cincuenta. Las adhesiones y colaboraciones internacionales llegaron pronto.

​Como fotógrafo, Pérez Siquier fue evolucionando desde el testimonio epifánico de La Chanca hasta la estilización grotesca y el humor pop de La Playa. En toda su obra puede percibirse una vocación callejera y una inspirada vigilancia de ese asombro que interrumpe el flujo natural de los acontecimientos.

Hace cinco años nuestra Academia decidió por unanimidad convocar un Premio de Fotografía por el Compromiso Social que lleva su nombre y que seguirá siendo nuestro homenaje permanente a la obra inmensa y singularísima de un fotógrafo que, esté donde esté, seguirá con su cámara y una sonrisa a cuestas, atento a la captura de lo irrepetible.

Descanse en paz.

Antonio L. Martínez Ferrol