Fallece el Sr. D. Miguel Giménez Yanguas, académico de esta institución.
La Real Academia se encuentra de luto tras el fallecimiento de nuestro compañero Ilmo. Sr. D. Miguel Giménez Yanguas, Medalla nº 30. Descanse en paz.
SEMBLANZA DE D. Miguel Giménez Yanguas, por nuestro compañero D. Javier Piñar Samos
El pasado 9 de abril falleció nuestro querido compañero y amigo Miguel Giménez Yanguas, medalla nº 30 de esta Real Academia. No solo era uno de los más veteranos académicos de número, sino que su trayectoria a lo largo de estos más de veinte años ha contribuido decisivamente a prestigiar la institución y dar pleno sentido a sus funciones.
Su ingreso académico en mayo de 2004 revistió una especial singularidad, al ser del primer ingeniero que pasaba a formar parte de esta corporación. Y, en efecto, se trataba de una especialización profesional aparentemente ajena a las funciones propias de una academia de Bellas Artes, pero que en la figura de Miguel Giménez Yanguas tenía un sólido fundamento y una plena justificación, al ser un ingeniero que había mantenido desde tiempo atrás una destacada actividad en la defensa y conservación del patrimonio industrial. Con esa modestia que lo caracterizaba, quiso dar a su ingreso una significación que trascendía lo personal y se expresaba en un plan de acción colectivo, tal y como expresó en su discurso: “Desde la condición profesional de ingeniero industrial, entiendo que mi incorporación a esta Academia no constituye un reconocimiento personal, antes al contrario, tiene o ha de tener un significado disciplinar, demostrando la sensibilidad de esta institución por el estado del patrimonio industrial. Entiendo, por ello, que mi futuro desempeño académico girará en tomo al mismo. Tal encargo constituye un inmenso honor a la vez que un reto, dado que en este campo casi todo está por hacer en Granada”
La iniciativa tomada entonces por la Academia fue, sin duda, muy acertada; y la trayectoria de Miguel Giménez como académico a lo largo de más de veinte años no ha hecho sino confirmarla plenamente. Desde su ingreso, desempeñó durante varios años el cargo de Secretario, acometiendo valiosas actuaciones para rescatar una parte de su archivo y asegurar la permanencia de la institución en su actual sede. Además de estos desempeños concretos, su competencia profesional y sus cualidades humanas se han manifestado en multitud de iniciativas que han ampliado los cometidos de la institución y mejorado el clima de colaboración que actualmente la caracteriza.
Glosar la figura de Miguel Giménez Yanguas no resulta fácil, a la vista de la multitud de tareas e iniciativas que desarrolló a lo largo de su vida y de los variados frutos de su fecundo magisterio. De todo ello quisimos hacer un cariñoso balance en las horas posteriores a su fallecimiento; y nada mejor que algunos párrafos de ese texto para expresar el homenaje al compañero y al amigo:
“El 30 de septiembre de 2024 la Universidad de Granada invistió como Doctor Honoris Causa a Miguel Giménez Yanguas. En su discurso de recepción expresaba cómo algunas de las preocupaciones de juventud se habían mantenido inalterables desde entonces: la pasión por el conocimiento científico y su divulgación, la confianza en la utilidad social de la ciencia y la tecnología. Sobre tales convicciones edificó un compromiso público al que el Doctor y Profesor Giménez Yanguas ha dedicado toda una vida, que ayer tuvo su punto final.
Soy afortunado -nos decía en una de nuestras últimas conversaciones- porque he recibido de la sociedad mucho más de lo que le he podido aportar. Y efectivamente ha recibido mucho: miembro de cuatro Academias, Medalla de Oro al Mérito por la ciudad de Granada, Cruz al Mérito Aeronáutico, Premio de Patrimonio Andrés de Valdelvira de la Junta de Andalucía y Premio Nacional de Ingeniería Industrial serían algunos de los reconocimientos con los que diversas instituciones le han distinguido a lo largo de sus 85 años de vida. En un país donde tradicionalmente los homenajes y reconocimientos llegan tarde, el caso de Miguel constituye una honrosa excepción; porque no es fácil que personas e instituciones, tantas y tan distintas, se hayan puesto de acuerdo a la hora de reconocerle en vida su bonhomía y altruismo.
Pero la distinción mayor no es la que se materializa en diplomas, birretes, togas o medallas, sino la que otorga el respeto, agradecimiento, afecto y cariño que le hemos manifestado cuantos hemos tenido la ventura de compartir sus inquietudes y disfrutar de su vasto conocimiento.
Todo lo recibido no compensa, sin embargo, lo mucho que él ha sido capaz de legar a la sociedad. Sus miles de alumnos a lo largo de más de 40 años lo saben; como también los profesores y colegas con los que ha compartido universidad y profesión; y también los amantes del conocimiento, del saber, de la ciencia, del patrimonio y de la cultura, que han acudido a él y han encontrado siempre la respuesta más sabia y generosa.
Su labor en la defensa y difusión del patrimonio tecnológico ha sido tan amplia y conocida que la mera enunciación desbordaría los límites de este escrito. Pero conviene recordar que no se limitó a restaurar, conservar y reunir una imponente colección que sería la envidia de cualquier ciudad que aprecie la cultura, sino que siempre la ofreció de modo altruista para el disfrute y conocimiento públicos, logrando al mismo tiempo persuadirnos de la importancia de conservar los restos del pasado material de Granada y Andalucía vinculados a la actividad económica, una dimensión imprescindible de la memoria y la identidad colectiva. Con ese empeño y constancia, rayanos en la tozudez y tan propios de quien sabe que las verdades solo se abren paso si se insiste en recordarlas, ha llamado a la puerta de instituciones y de empresas, ha promovido iniciativas y denuncias públicas, ha convencido a quienes podían hacer o decir algo para que lo hicieran, ha salvado materiales que estaban a punto de ser incinerados, desguazados o fundidos y los ha recibido, comprado, cambiado, trasladado, restaurado, guardado, catalogado, archivado… con un sentido tan amplio que no hay asunto que se relacione con el conocimiento del pasado que haya escapado a su interés. Y lo ha ejercido con la generosidad propia de quien entiende que el verdadero conocimiento siempre ha de ser compartido. Todos aquellos los que en los últimos cincuenta años se han interesado por alguno de estos aspectos tienen una deuda con él”.
La Real Academia de Bellas Artes de Granada pierde con él a uno de sus miembros más activos y queridos, pero su figura y su actividad permanecerán en la memoria de todos nosotros. Descanse en paz
Javier Piñar Samos

